La dura y «nueva normalidad» de la Generación-C (Covid)

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Todo cambió. Nada parece indicar que volveremos a lo que solíamos llamar “vida normal”. Y en medio de todo, una generación ya es etiquetada como la heredera del caos global que nació en Wuhan, China.

En esta época, el hecho es que los jóvenes que se gradúen en medio de la pandemia se verán profundamente afectados y es posible que nunca se recuperen por completo. El futuro. No. Falso. Ahora, el presente, para los millones de jóvenes del mundo que sobrevivirán a la pandemia, está lleno de retos (usemos la palabra retos en vez de caos y problemas).

La recesión causada por el COVID-19 no solo dará a los recién llegados al mercado laboral un comienzo difícil en sus carreras, sino que también los pondrá en riesgo de ganar menos dinero durante décadas, cometer más delitos, tener vidas familiares menos satisfactorias y tal vez incluso morir. antes que los buscadores de empleo más afortunados.

Reconociendo que el virus estará con nosotros durante mucho tiempo, los gobiernos también deberían aprovechar esta oportunidad para invertir en sistemas de salud, que pueden beneficiar a todas las poblaciones más allá del COVID-19, así como prepararse para futuras emergencias de salud pública.

Estas inversiones pueden incluir: 1) capitalizar las mejoras de COVID-19 en la vigilancia, mejoras en los laboratorios, 2) retroceder para identificar brechas y orientar los recursos a necesidades de salud futuras, como la secuenciación genética y el rastreo de contactos con tecnología de la información basándose en las innovaciones de COVID-19 para acelerar la recuperación y abordar otros problemas de salud urgentes, y 3) fortalecer la colaboración multisectorial para mejorar los servicios de salud y reducir la inequidad en salud.

Pero definitivamente no es una nueva normalidad. Es un nuevo e inimaginable futuro.

Nuevo y oscuro

En alguna parte del planeta Tierra —y de esto estoy completamente seguro— hay un fulano sentado, sonriendo. El extraño, chiflado y peligroso líder de un culto apocalíptico, durante todo este año habrá repetido a sus —más locos— seguidores: «¿vieron? Yo tenía razón».

En alguna parte del planeta Tierra —y de esto estoy completamente seguro— hay un fulano sentado, sonriendo. El extraño, chiflado y peligroso líder de un culto apocalíptico, durante todo este año habrá repetido a sus —más locos— seguidores: «¿vieron? Yo tenía razón».

Y en las mentes distorsionadas de cada uno de ellos, aumentará el fervor que sienten por su psicótico líder. Y es que lo que ha ocurrido este 2020 tiene todo el argumento, toda la trama y contexto, para que desde fanáticos religiosos hasta los amantes de las teorías de conspiración, sientan que son conocedores de la verdad.  Que saben la explicación real a lo que está ocurriendo. Y… lo peor es que resulta casi imposible objetarlos. Porque todo lo relacionado con el COVID-19, desde su origen hasta —obviamente— su cura, parece un libro escrito por… bueno, eso también es un misterio.

Tres murciélagos para llevar (término medio)

La historia… o el cuento, porque tener pruebas reales es imposible, comienza el 31 de diciembre de 2019: la Organización Mundial de la Salud (OMS) anuncia la existencia de una misteriosa neumonía que había afectado a decenas de personas en China Las autoridades sanitarias de ese país confirman que… Sí, sí, decenas de personas en la ciudad de Wuhan, están siendo tratadas por una neumonía de origen desconocido. Pero todo bajo control.

Ahora, casualmente muchos de los enfermos habían visitado un mercado de animales vivos en Wuhan, donde uno de los platos favoritos es el murciélago. Pero las autoridades dicen que no hay evidencia de que el virus se propague de persona a persona (o sea, calma por favor). Y mucho menos que tenga que ver con zambullir un murciélago en aceite caliente y luego tragárselo… Después de todo, en Wuhan, y precisamente en ese maravilloso mercadito, se preparan cosas mucho peores.

El principio de lo que sea que esté pasando

11 de enero de 2020: Los medios estatales chinos informan de la primera muerte por el nuevo coronavirus, un hombre de 61 años que había visitado el mercado de animales vivos en Wuhan.

21 de enero de 2020: primer caso confirmado en los Estados Unidos Un hombre de unos 30 años del estado de Washington, que viajó a Wuhan, es diagnosticado con un nuevo coronavirus. Japón, Corea del Sur y Tailandia también informaron sus primeros casos un día antes.

23 de enero de 2020: China impone un estricto bloqueo en Wuhan; China usa medidas de contención agresivas en Wuhan, el epicentro del brote, suspendiendo vuelos y trenes y cerrando metros, autobuses y todo tipo de transportes, en un intento por detener la propagación del virus… virus que pronto se extendería a nivel mundial. Virus que se convertiría en Pandemia. Virus que, al momento de redactarse esta nota, ha reportado 83 millones de contagios en el planeta; 46.9 millones se han recuperado y lamentablemente 1.81 millones de seres humanos ha muerto…

Este virus cambió la vida suya, la mía y la de todos los que conocemos. Virus que acabó con la concepción del día a día que siempre tuvimos. Un virus que nos ha llenado de miedo, de pánico y paranoia… Virus que lo mantiene encerrado en su casa, alejado de sus seres queridos… El virus por el que las gigantes farmacéuticas pelean por comercializar una vacuna… Este virus que nos ha obligado a revaluar nuestra existencia y prioridades… Virus sobre cuya historia no sabemos si está por terminar… O apenas está comenzando.

Finalizó el 2020. Pero todos seguimos enmascarados, tratando de adaptarnos a un término que ya nos han atornillado como nuevo mantra: esta es la nueva realidad.