Alberto Fernández: de joven liberal a presidente socialista

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Este fin de semana, el presidente argentino dio uno de sus discursos más estatistas de su gestión. Para Alberto el mercado “desordena” y el Estado soluciona. ¿Siempre pensó igual?

El Gobierno peronista del Frente de Todos tiene serios problemas de rumbo e indefiniciones ideológicas totales, producto de las evidentes diferencias internas. Al menos, tenemos algo claro: el presidente Alberto Fernández es bastante marxista. Puede que no de Karl, pero sí definitivamente de Groucho. La máxima de los principios discutibles, que pueden cambiar según la necesidad y circunstancia, hacen del jefe de Estado argentino un caso de manual. Mientras fue funcionario de Cristina Kirchner decía una cosa. Tras su pelea y renuncia, dijo otras y cuando se volvieron a amigar retornó al discurso anterior. Pero, aunque las redes sociales constantemente recuerdan las diferencias entre el Fernández kirchnerista y antikirchnerista, pocos se acuerdan del joven funcionario de los años noventa y de su discurso claramente liberal.

Cuando Fernández quería “un Estado bajo en estatura”

Durante el final del menemismo y el comienzo del breve período presidencial de Fernando de la Rúa, Fernández se desempeñó en el Banco Provincia de la gestión peronista bonaerense. No era un funcionario de primera línea que acaparaba la prensa pero ya se perfilaba como un dirigente interesante que comenzaba a visitar programas de televisión por cable, donde daba sus opiniones políticas. Si bien dio sus primeros pasos en el alfonsinismo durante los ochenta, fue recién a finales de los noventa cuando los micrófonos y las cámaras comenzaron a registrar sus primeras declaraciones trascendentes.

En algún momento entre 1997 y 1999, años en que se desempeñó como vicepresidente del Banco Provincia, el actual mandatario participó de una entrevista con el dirigente peronista Julio Bárbaro. En el encuentro explicó, según su opinión, la problemática argentina.

Con varios kilos menos y sin canas, Alberto aseguraba que el Estado debía reducir su tamaño y, una vez más pequeño, redirigir sus recursos adonde más se los necesita. Pedía un “Estado bajo en estatura, pero musculoso y capaz”. Cabe destacar que la presión fiscal, la burocracia agobiante y el aparato gubernamental era por esos años considerablemente menor al actual. Veinte años después, se convertiría en el presidente del Estado más inútil, gordo, fofo y caro de la historia argentina.

El presidente que ya no cree en el mercado

La última presentación de Fernández fue sin dudas una de las más bochornosas. Citó el concepto del «contrato social» de Rousseau para defender su idea del Estado, que poco tiene que ver con lo que decía cuando era joven, o cuando renunció a la jefatura de Gabinete del primer kirchnerismo. En un momento donde es necesaria la confianza para incentivar las inversiones urgentes, Alberto Fernández se somete al discurso cristinista y cuestiona directamente la idea del mercado.

Este fin de semana, el mandatario aseguró que el Estado sirve para solucionar las asimetrías que causa el mercado. Sin reconocerle siquiera la creación y la multiplicación de la producción (cosa que hasta los socialdemócratas moderados y medianamente inteligentes hacen), Alberto aseguró que el mercado es un generador de desórdenes que la política debe solucionar. Los libres intercambios para el Fernández modelo 2021 son un sistema donde “el más fuerte suele beneficiarse y el más débil suele ser el comido”. Lo aplaudían solamente una decena de funcionarios en un absurdo digno de las tradicionales pantomimas chavistas.

A diferencia de la mayoría de los cuadros kirchneristas, Alberto comprende a la perfección la problemática argentina. Incluso -hay que reconocerlo- mucho mejor que varios funcionarios del macrismo. Lo tengo clarísimo gracias a varios diálogos que mantuve cuando él estaba en el llano, alejado de aquella primera versión kirchnerista de la que se fue dando un portazo. Claro que no sería aceptable para mí hacer públicos esos intercambios privados, aunque sería de un notorio interés periodístico. Ese bochorno ya lo hizo él, cuando rompió todos los códigos e hizo pública una charla con Mauricio Macri en la que el expresidente le manifestaba su opinión sobre las víctimas inevitables del COVID-19. Lo único que puedo y quiero decir es que Alberto comprende que su plan de gobierno no puede ir a ningún lado. Él sabrá por qué nos lleva al desastre de la mano de su compañera de fórmula, exrival y exjefa política. Bueno, ese último “ex” puede ser más que dudoso.