El escenario más temido por CFK: desempatar y aprobar ella el aborto

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En Argentina el vicepresidente es el titular del Senado. Preside la sesión y solamente vota en caso de empate.

En medio del debate eterno sobre la legalización y despenalización del aborto, pocos legisladores argentinos nombran la palabra tabú. Unos dicen que están “a favor de la vida” o de “las dos vidas”. Los otros, que defienden la “libertad de elección” o la “interrupción” del embarazo. La mención a la palabra “aborto” solamente surge cuando el sector verde hace referencia a los “abortos clandestinos”.

Del bando de los que defienden “la vida”, estuvo siempre Cristina Fernández de Kirchner. Como todo dirigente político de primera línea, más allá de las convicciones, siempre está presente la relación con la Iglesia. No hace falta recordar que el Vaticano es absolutamente intransigente con esta cuestión. Pero el espacio político de CFK se tornó mayoritariamente en favor de la legalización del aborto, a contramano de la posición histórica de la máxima referente. Las corrientes feministas, que llevan la voz cantante en estos asuntos, son en su amplia mayoría izquierdistas o kirchneristas.

El voto “no positivo” de Julio Cobos, cuando éste era vicepresidente de CFK, enterró el proyecto oficial de retenciones móviles. Fue histórico: el país se pasó una noche en vela aguardando por la votación y un resultado que hasta último momento, resultaba incierto. Si hay algo que no quiere Kirchner es pasar a la historia de la mano del voto más incómodo de su vida.

Es por esto que la exmandataria incrementó la presión sobre los legisladores para que, sea como sea, la votación arroje un resultado definitivo. Para un lado o para el otro. Cristina no quiere desempatar bajo ningún punto de vista.

Su problema es que, como ocurrió con el conflicto del campo, la votación viene absolutamente reñida y un escenario de empate no sería para nada imposible. En el próximo debate en el Senado, la lupa y el foco estarán encima de los 72 senadores. Seguramente, todo tenga un precio y todo sea discutible en la negociación, incluso ausencias y abstenciones.

Si la pizarra arroja paridad, Kirchner tomará aire, hará un discurso para su platea (seguramente mencionando y recordando su posición previa como muestra de apertura y evolución) y votará a favor. Para sus militantes, ella pasará a hacer historia. Pero, por primera vez, Kirchner prefiere evitarlo a toda costa.