Por la inflación y la presión política, el Gobierno evalúa nuevas medidas

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Las políticas oficiales para desacele­rar la suba de precios nos están te­niendo resultados, a lo que se suma el desorden político en el gobierno.

El pésimo dato de infla­ción recientemente cono­cido al igual que el del mes anterior, más allá de las décimas de diferencia, hizo subir escandalosamente la tasa anualizada, que ya excedió las previsiones de mantenerse alrededor del 60% y con altas probabili­dades de subir varios esca­lones.

El Indec comunicó la se­mana pasada la cifra de 6% de inflación correspondien­te al mes de abril y desde el Gobierno y las consultoras económicas encienden las alarmas por cómo puede desempeñarse en el resto del año. En lo que va del año la inflación ya acumula 23,1% y se encamina a superar la meta anual del 33% plan­teada por el ministro de Eco­nomía, Martín Guzmán, en el proyecto de Presupuesto 2022, hacia mitad del año.

El escenario es aún más complicado si tenemos en cuenta que los tradiciona­les disparadores del incre­mento de precios se han mantenido medianamente constantes.

Por un lado, si bien en los últimos meses el Banco Central (Bcra) aceleró el rit­mo de la tasa de devaluación y la llevó a un 3% mensual, está lejos de las deprecia­ciones que se produjeron durante 2019 (que llegaron al 30% mensual), cuando se alcanzaron movimientos de precios apenas inferiores a los actuales.

Tampoco hubo saltos en las cotizaciones de las diferentes alternativas de negociación; es más, en los últimos meses la brecha se redujo sostenidamente.

Por el otro, el déficit fiscal y el aumento en la canti­dad de dinero que provoca su financiamiento se han reducido sostenidamente, tras los valores alcanzados cuando se implementaron las restricciones a la movili­dad producto de la irrupción de la pandemia del covid-19 y se mantienen estables en términos del producto in­terno bruto (PIB).

Por lo tanto, es difícil jus­tificar que el déficit fiscal sea la causa directa del in­cremento de los precios con argumentos sólidos.

Además, aún no se han producido aumentos de ta­rifas significativos, ni han impactado incrementos sa­lariales que presionen sobre los costos de las empresas para inducir subas de pre­cios.

En esta ocasión, el impac­to llegó por el sector exter­no; primero fue la pandemia provocando grandes cuellos de botellas en las cadenas globales y subas en los cos­tos de logística y reciente­mente el conflicto bélico en una región de significativa importancia en la provisión de energía y de alimentos básicos que aceleraron la inflación en todos los países y el nuestro no ha sido la ex­cepción.

Aun así, los registros mundiales son, en compara­ción con los nuestros, suma­mente bajos y el incremento fue, en promedio, de cinco puntos porcentuales. Aun tras los aumentos, las in­flaciones de estos países no superan el 12% anual.

Y esto también sirve para dimensionar el impacto que puede haber tenido este contexto externo en la infla­ción local.

De acuerdo con el índice de precios internacionales que releva el Bcra, en el úl­timo año, el precio de las materias primas agrícolas se incrementó 31% y el del petróleo, 77%. Según algu­nos estudios, si aplicáramos estos coeficientes a la infla­ción preexistente, el resul­tado sería una contribución respectiva de 1,8 y 3,9 pun­tos porcentuales, por lo que esto no alcanzaría para ex­plicar la fuerte suba de pre­cios en los últimos meses.

Los altos mandos del Mi­nisterio de Economía espe­ran que el índice mensual desacelere de manera mar­cada desde este mes. “La expectativa es que se ubi­que en un rango de entre 3 y 4 por ciento. Las fuentes argumentan que el shock internacional ya pasó y que, ahora, ese impacto debería estabilizarse. Del otro lado, la suba de los combustibles impactará en el indicador.

En los últimos doce me­ses Alimentos y bebidas no alcohólicas subió 62,1% , y sólo es superado por Res­taurantes y hoteles y Pren­das de vestir y calzados, ambos con actualización de 73,4% desde mayo de 2021.

El ministro de Economía, Martín Guzmán, aseguró que “la clave de cualquier programa para contener la inflación es cambiar las ex­pectativas y tener un pro­grama económico creíble”. 

La propuesta de política antiinflacionaria se basa en definir un horizonte previ­sible de las principales va­riables macroeconómicas, avalado por el FMI hacien­do desembolsos en dólares como parte de la refinan­ciación del crédito otorga­do, y, al mismo tiempo, en conseguir estabilidad en el mercado cambiario a partir del incremento de reservas del Central.